Los errores de AMLO

Todos vimos las expresiones del Presidente López el pasado jueves cuando se le cuestionó por qué había publicado el teléfono personal de la periodista del New York Times, Natalie Kitroeff.

Literalmente dijo que no había sido un error, que lo volvería a hacer y que su autoridad moral está por encima de cualquier ley, incluso de la Ley de Transparencia y Protección de Datos Personales. No conforme con eso, se comportó autoritario al pedir expresamente a los periodistas “bájenle una rayita a su prepotencia”. Molesto por los cuestionamientos e insistente en la defensa de su dignidad y la de sus propios hijos -que presuntamente se han visto involucrados en escándalos de corrupción y enriquecimiento ilícito-.

Dichas declaraciones del Presidente sucedieron en la misma semana en la que dijo que él le hacía “respetuosas sugerencias” a Arturo Zaldívar, siendo éste Ministro de la SCJN cuando se tratara de resolver ciertos casos. En pocas palabras, aceptó que metía las manos en el Poder Judicial, pasando por encima de la división de poderes y actuando como todo un autoritario.

No sorprende el cinismo con el que se dirige el Presidente a los periodistas, no sorprende que no le interese respetar las leyes o a las instituciones, pues recordemos que es el AMLO del famoso “Al diablo las instituciones”. Y tampoco sorprende que abiertamente acepte que jamás ha respetado la división de poderes y que intentara tomar decisiones en el Poder Judicial, recordemos que durante todo su mandato ha intentado una y otra vez debilitar a la Corte.

En realidad, nada sorprende, porque lo que hace hoy es mostrarse tal cual es, un peligro para México, un resentido que no soporta que se le cuestione, que no es capaz de aceptar que ha cometido errores y un autócrata que está embriagado de poder y que no le importa pasar por encima de la ley y de las instituciones.

Ese es el AMLO que durante décadas se vistió con piel de cordero haciendo creer que le importaba el país, que primero los pobres, que México sería transformado. Pero que en realidad es un presunto criminal, que ha aceptado la negligencia de sus colaboradores cuando la gente estaba muriendo por una pandemia o por falta de medicamentos, que ha solapado la corrupción de sus más cercanos y el dudoso enriquecimiento de sus propios hijos. Es el mismo que vendió la idea de un país en paz mientras por debajo de la mesa pactaba con el crimen organizado, por eso hoy le resulta tan sencillo mostrarse tal como es. Pareciera que está desesperado, enojado, que algo no le sale bien, que pierde el control. Que sus errores lo muestran de cuerpo entero.

Volviendo al tema de la periodista del New York Times, no olvidemos que todo surgió porque en Estados Unidos existen investigaciones sobre Andrés Manuel López Obrador y su presunto vínculo con el narco, por eso recientemente se volvió viral en el mundo la expresión #NarcoPresidenteAMLO y al parecer por eso el Presidente está tan molesto, tanto que no le importó filtrar un teléfono personal con tal de desviar la atención del tema principal; sus supuestos vínculos con el crimen organizado.

Habrá que esperar al desenlace de dichas investigaciones, por lo pronto resulta muy sospechoso que el país esté envuelto en un clima de violencia y homicidios y al Presidente no le importa hablar del tema ni mucho menos resolverlo. Teníamos razón cuando decíamos que AMLO es un peligro para México, pues no sólo ha destruido a las instituciones, no solo ha eliminado políticas públicas que beneficiaban a millones de mexicanos, no solo ha dividido al país, al parecer también lo entregó al crimen mientras él tranquilamente desde su palacio se sienta a ver al mundo arder.

Los días de su mandato están contados, se irá con enormes deudas y lo sabe, la clave está en que realmente se vaya y no quede rastro de su “gobierno” ni de su inventada transformación. Al tiempo.

Palabra de norteña.

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