En los últimos meses, hemos sido testigos de un intento de reforma judicial promovido por el partido en el poder, Morena, que, lejos de fortalecer nuestra justicia, amenaza con someterla a un control político sin precedentes. Esta reforma no sólo pone en riesgo la independencia del Poder Judicial, sino que también socava los cimientos mismos de nuestro sistema de justicia.
La propuesta de Morena para transformar la composición del Poder Judicial y de los tribunales estatales, incluyendo la elección popular de jueces y magistrados, es alarmante. Bajo la fachada de una mayor democratización, lo que realmente se esconde es una peligrosa concentración de poder que podría resultar en la captura política del sistema judicial. Imaginemos un escenario donde un partido dominante pueda influir en la selección y aprobación de todos los jueces. Esto no sólo mina la imparcialidad de quienes deben ser nuestros guardianes de la justicia, sino que también convierte a la justicia en un instrumento al servicio de intereses políticos.
La idea de que los jueces sean elegidos por voto popular puede parecer atractiva a primera vista, pero la realidad es que este sistema deja a la justicia vulnerable a las presiones y manipulación de los poderes en turno. La propuesta de Morena no es una mejora, es un retroceso que abre la puerta a la politización y al abuso del poder.
Además, la reforma amplía el catálogo de delitos que obligan a prisión preventiva, despojando a los jueces de su capacidad para evaluar caso por caso y garantizando que más personas inocentes queden atrapadas en el sistema penal. Esta medida profundiza la impunidad y perpetúa la injusticia, dejando a las personas más vulnerables a merced de decisiones arbitrarias y sin la protección adecuada.
No podemos permitir que esta reforma destruya la independencia del sistema judicial mexicano. Nuestra justicia debe ser un pilar sólido de derechos y garantías, no una herramienta manipulable de los partidos políticos. Levantemos la voz y exijamos una justicia verdaderamente independiente, que no esté subordinada a los caprichos del poder.