El primero de septiembre no es solo el arranque de un nuevo periodo ordinario en la Cámara de Diputados. Es, también, el recordatorio de que México vive una encrucijada histórica: o defendemos lo que somos, o dejamos que otros nos impongan lo que no queremos ser.
Los legisladores llegamos a San Lázaro con una agenda cargada: discutir el Paquete Económico, responder a la crisis de inseguridad que se recrudece en territorios específicos, revisar los alcances de las reformas laborales y, sobre todo, enfrentar las secuelas de la reforma judicial que parió una nueva Suprema Corte de Justicia de la Nación. Una Corte que no nació del mérito ni de la trayectoria, sino de un experimento electoral que abrió la puerta a la politización de la justicia. Hoy esa Corte inicia funciones bajo la sombra de una legitimidad cuestionada y con el riesgo de convertirse en rehén de los mismos intereses que debería vigilar.
El contraste es claro. Mientras la Presidenta de la República en su informe repite cifras y presume logros, el país observa con preocupación la centralización del poder y la erosión de los contrapesos. El mensaje oficial se reviste de optimismo, pero la realidad se impone: familias que sufren la inseguridad, jóvenes que reclaman oportunidades, trabajadores que exigen certidumbre, y comunidades que no aceptan que les arranquen su identidad.
En este tablero, nuestra tarea es firme: defender a México con valores, proteger a las familias, levantar la voz ante quienes, disfrazados de modernidad, buscan desdibujar lo que nos hace libres y dignos. Como lo hemos dicho, esta batalla no es solo política, es cultural y existencial.
Hoy más que nunca se necesita una oposición clara, frontal y cercana a la gente. Una oposición que entienda que la Cámara de Diputados no es un simple foro de discursos, sino el último muro frente a la imposición. Una oposición que recuerde que la justicia no se negocia, que los contrapesos no se simulan y que la voz de la ciudadanía no se calla con informes de fantasía.
El periodo de sesiones inicia, la nueva Corte se instala, la Presidenta rinde cuentas. Y nosotros reafirmamos lo esencial: Nuevo León no cede, México no se rinde. La defensa de las familias, la libertad y la dignidad sigue en pie.