Más futbol, cero violencia

El futbol es un deporte que sin duda ha generado siempre una gran derrama económica, pero además es sinónimo de identidad, muchos mexicanos nos identificamos con un equipo, los seguimos en cada temporada, algunos con mayor devoción que otros, y se convierte en una celebración no sólo en los estadios, sino en cada hogar donde hay aficionados de uno o más equipos. En el norte; hablar de futbol significa también hablar de la carnita asada, la cerveza, las apuestas, la camiseta y nunca falta el experto que se vuelve técnico y narrador. ¡Toda una tradición y una fiesta!

Desafortunadamente, los lamentables sucesos del pasado 5 de marzo en el estadio Corregidora, en Querétaro, deberán marcar un antes y un después en la forma que la afición vive el futbol en nuestro país.

Y aquí quiero hacer una pausa para expresar mi solidaridad con todas las personas que tuvieron la mala suerte de vivir un momento tan tenso y de tanta violencia. Violencia que condeno totalmente pues nadie merece pasar por una situación tan frustrante y peligrosa.

Tristemente, inmediatamente después de lo sucedido comenzaron a circular en redes sociales imágenes de terror, videos que mostraban la desgarradora situación pero también un sin fin de comentarios que ponían en evidencia de cierta manera, la sociedad en la que nos hemos convertido. Una sociedad que prefiere divulgar información sin discriminar, antes que pensar cómo esto podría impactar de manera negativa o -positiva, no lo sabemos- en la situación. Una sociedad llena de morbo que más allá de conmoverse se siente capaz y con toda la autoridad moral para juzgar y recriminar sin conceder o sin siquiera tener toda la información de los hechos. Una sociedad que hoy cuenta víctimas en los estadios, antes que contar goles o triunfos. 

Lo que sucedió en Corregidora es responsabilidad de la autoridad estatal, municipal, del propio estadio, de la seguridad pública y privada, de la propia Liga MX, es responsabilidad de quienes prefieren pregonar a diario con discursos de odio y división antes que buscar conciliar, educar, formar, pero también es responsabilidad de una sociedad que parece cada día más descompuesta. Porque hemos puesto la mira en todo menos en los principios y valores que deberían regirnos para poder vivir en paz y con dignidad. 

Y ojo, no estoy quitando la responsabilidad al Gobierno, que por cierto he visto dando la cara y respondiendo desde un inicio. Debe haber consecuencias contundentes y el peso de la ley imperar sobre los delincuentes. Pero ello le corresponde al gobierno de Querétaro, al gobernador y a cada área correspondiente. Se tendrá que hacer una investigación seria para localizar a los responsables, pero además sanciones tanto al club como al personal de seguridad encargado del evento.

A los demás, nos toca hacer una gran reflexión, ¿la violencia de la que hemos sido testigos fue premeditada, o es consecuencia de una sociedad cada día más relajada, tanto que nadie se dio cuenta que habían ingresado armas? ¿se deben eliminar las barras de los partidos, se debería prohibir la venta de alcohol en los estadios, se debe cancelar la temporada de la Liga? ¿los jóvenes han normalizado la violencia porque les hemos permitido demasiado acceso a contenidos en redes sociales, entretenimiento y televisión que ellos no deberían tener? ¿hasta qué nivel el sistema educativo de nuestro país es corresponsable? ¿somos todos realmente responsables y respetuosos cuando compartimos información en redes sociales, lo somos cuando estamos en algún evento de entretenimiento como el futbol? ¿volveremos a acudir a los estadios con tranquilidad? Dejo la reflexión a manera de pregunta porque yo sí creo que todos somos, de cierta manera, responsables de lo que pasa en nuestro país, y que lo que se tenga que arreglar, tenemos que hacerlo unidos, asumiendo lo que a cada quien nos toca. Que el dolor y la conmoción que nos invadió al enterarnos de lo sucedido por lo menos sirva para despertar y ocuparnos en reconstruir el tejido social que hoy se tiñó de sangre. O cambiamos o cambiamos, no hay más.

Palabra de norteña.

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