Lo que se dice desde el poder

El pasado 15 de diciembre por la noche, el periodista Ciro Gómez Leyva anunciaba en su cuenta de twitter que había sido atacado a balazos; “A las 11:10 pm a 200 metros de mi casa dos personas en una motocicleta me dispararon, al parecer con la clara intención de matarme. Me salvó el blindaje de mi camioneta que yo manejaba y he enterado del asunto a las autoridades” cita el tuit del conductor del noticiero Imagen TV.

Ciro ha sido un periodista, desde mi perspectiva, muy objetivo en sus opiniones y la información que comunica, no repara en informar por ejemplo los asuntos que competen a la corrupción o la inseguridad y lo hace de forma veraz pero quizás para algunos incómoda.

El citado atentado sucedió poco tiempo después de que el propio Presidente de la República haya mencionado en su “mañanera” que ver a Ciro Gómez Leyva resultaba dañino, incluso hasta para el cerebro. Esta no ha sido la primera vez que el Presidente arremete desde su conferencia en Palacio Nacional en contra de la prensa o de algunos periodistas en particular.

Ambos sucesos por supuesto que tienen relación, por lo menos en la mente social, pues resulta grave que en un país como el nuestro, que se encuentra en el ranking de los lugares más mortíferos para los periodistas, sea el propio Presidente quien incite al odio, el desprecio y la violencia en contra de la prensa y por supuesto en contra de algo tan fundamental como lo es la libertad de expresión.

A López Obrador parece que se le olvida, o quizás lo hace con propósito, que más allá de su agenda política o de las diferencias que pueda tener con ciertos sectores de la sociedad; lo que él dice a diario tiene peso, y por supuesto que impacta en la cotidianidad y lo que sucede en este país. Su responsabilidad de gobernar a este país (que a 4 años parece que no sabe lo que significa) también implica la forma en la que habla y lo que dice. Lo que se dice desde el poder tiene sus consecuencias sobre todo de un mandatario que ha decidido hablar más y hacer menos.

Si bien es cierto que este no es el único sexenio en el que se asesinan periodistas, también lo es que el propio Presidente es culpable por omisión pero también por alusión si a diario divide a la sociedad y dicta desde Palacio Nacional qué medios de comunicación sí son “amigos” del régimen y cuáles no.

Ver a un periodista serio como Ciro Gómez Leyva al punto de las lágrimas por la impotencia y el temor de morir, por el simple hecho de hacer su trabajo, toca fibras muy sensibles, si quienes tienen la encomienda de informar y hablar con la verdad están en peligro de muerte, qué le queda a esta sociedad.

Falta mucho para terminar con la polarización, el discurso de odio, y la violencia; ya no es suficiente resistir, tenemos que vencer.

Palabra de Norteña.

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